Base Doctrinal

Nuestra posición doctrinal es Bíblica y conforme a la fe cristiana histórica de la iglesia, la cual se afirma con claridad en la Confesión Bautista de Fe de Londres de 1689 (The London Baptist Confession of Faith of 1689). En la siguiente declaración presentamos los puntos básicos o fundamentales de la doctrina cristiana:

Las Santas Escrituras

La Biblia es la revelación escrita de Dios al hombre, y de esta manera los sesenta y seis libros de la Biblia (39 del Antiguo Testamento y 27 del Nuevo Testamento) que nos han sido dados por el Espíritu Santo constituyen la Palabra de Dios plenaria (inspirada en todas sus partes por igual) para ser la única regla infalible de fe y de vida (1 Corintios 2:7-14. Mateo 5:17-18; 24:35. Juan 10:35; 16:12-13; 17:17. Hebreos 4:12. 2 Pedro 1:20-21. 2 Timoteo 3:15-17. 1 Timoteo 5:17,18. 2 Pedro 3:16).

Los libros comúnmente llamados Apócrifos, no siendo de inspiración divina, no forman parte del canon o regla de las Santas Escrituras y, por lo tanto, no tienen autoridad para la iglesia de Dios, ni deben aceptarse ni usarse excepto de la misma manera que otros escritos humanos (Lucas 24:27,44. Romanos 3:2).

La autoridad de las Sagradas Escrituras, por la que debe ser creída, no depende del testimonio de ningún hombre o iglesia (Lucas 16:27-31. Gálatas 1:8,9. Efesios 2:20), sino enteramente de Dios (Quien es la verdad misma), el Autor de ella; por lo tanto, debe ser recibida porque es la Palabra de Dios (2 Timoteo 3:15. Romanos 1:2; 3:2. Hechos 2:16; 4:25. Mateo 13:35. Romanos 9:17. Gálatas 3:8. Romanos 15:4. 1 Corintios 10:11. Mateo. 22:32. Lucas 16:17. Mateo. 22:41-46. Juan 10:35. Gálatas 3:16. Hechos 1:16; 13:34,35. Juan 19:34-36; 19:24. Lucas 22:37. Mateo 26:54. Juan 13:18)

La Palabra de Dios es una revelación objetiva, proposicional (1 Tesalonicenses 2:13. 1 Corintios 2:13), verbalmente inspirada en cada palabra (2 Timoteo 3:16), absolutamente inerrante en los documentos originales, infalible, y exhalada por Dios. Creemos en la interpretación literal, gramatical-histórica de las Escrituras.

Dios habló en Su Palabra escrita mediante un proceso dual de autores. El Espíritu Santo guio de tal manera a los autores humanos que, a través de sus personalidades individuales y diferentes estilos de escritura, compusieron y escribieron la Palabra de Dios para el hombre (2 Pedro 1:20-21) sin error en el todo o en la parte (Mateo 5:18. 2 Timoteo 3:16).

La regla infalible de interpretación de las Escrituras la constituyen las propias Escrituras; y, por consiguiente, cuando surge una duda respecto al verdadero y pleno sentido de cualquier pasaje bíblico (que no es múltiple, sino único), éste se debe buscar en otros pasajes que se expresen con más claridad. (Isaías 8:20. Juan 10:34-36. Hechos 15:15,16)

Mientras que puede haber varias aplicaciones de algún pasaje en particular de la Escritura, no hay más que una única interpretación verdadera. El sentido o significado de la Escritura debe ser encontrado al aplicar de manera diligente el método de interpretación literal gramatical-histórico bajo la iluminación del Espíritu Santo (Juan 7:17; 16:12-15. 1 Corintios 2:7-15. 1 Juan 2:20). La responsabilidad de los creyentes consiste en estudiar para llegar a la verdadera intención y significado de la Escritura, reconociendo que la aplicación apropiada es obligatoria para todas las generaciones. La verdad de la Escritura está en una posición en la que juzga a los hombres; y jamás en la que éstos la juzguen.

Dios

No hay más que un Dios vivo y verdadero (Deuteronomio 6:4. Isaías 45:5-7. 1 Corintios 8:4), un Espíritu infinito, que todo lo sabe (Juan 4:24), perfecto en todos Sus atributos, uno en esencia, existiendo eternamente en tres Personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo (Mateo 28:19. 2 Corintios 13:14) mereciendo adoración y obediencia cada uno por igual.

Dios el Padre

Dios el Padre, la primera persona de la Trinidad o Dios Trino (Dios Triuno), ordena y dispone todas las cosas de acuerdo a Su propósito y gracia (Salmos 145:8-9. 1 Corintios 8:6). Él es el Creador de todas las cosas (Génesis 1:1-31. Efesios 3:9). Como el único Gobernante absoluto y omnipotente en el universo, Él es soberano en la creación, providencia, y redención (Salmos 103:19. Romanos 11:36). Su paternidad involucra tanto Su designación dentro de la Trinidad como Su relación con la humanidad. Como el Creador, Él es Padre de todos los hombres (Efesios 4:6), pero Él únicamente es el Padre espiritual de los creyentes (Romanos 8:14. 2 Corintios 6:18). Él ha decretado para Su propia gloria todas las cosas que suceden (Efesios 1:11). Él continuamente sostiene, dirige, y gobierna a todas las criaturas y a todos los acontecimientos (1 Crónicas 29:11). En Su soberanía, Él no es ni el autor del pecado ni el que lo aprueba (Habacuc 1:13. Juan 8:38-47), tampoco anula la responsabilidad de las criaturas morales e inteligentes (1 Pedro 1:17). En Su gracia y voluntad, Él ha escogido desde antes de la fundación del mundo a aquellos a quienes ha determinado que sean suyos (Efesios 1:4-6); Él salva del pecado a todos los que vienen a Él por medio de Jesucristo; Él adopta como suyos a todos aquellos que vienen a Él; y al adoptarlos Él se convierte en Padre de los suyos (Juan 1:12. Romanos 8:15. Gálatas 4:5. Hebreos 12:5-9).

Dios el Hijo

Jesucristo, la segunda Persona de la Trinidad, posee todos los atributos divinos, y en estos Él es igual a Dios, cosubstancial, y coeterno con el Padre (Juan 10:30; 14:9).

Dios el Padre creó de acuerdo a Su propia voluntad, a través de Su Hijo, Jesucristo; por medio de Quien todas las cosas continúan existiendo y operando (Juan 1:3. Colosenses 1:15-17. Hebreos 1:2).

En la encarnación (Dios hecho hombre) Cristo rindió o hizo a un lado únicamente las prerrogativas de deidad, pero nada de la esencia divina, ni en grado ni en tipo. En Su encarnación, la segunda Persona de la Trinidad, existiendo eternamente, aceptó todas las características esenciales del ser humano, atribuyéndose una existencia apropiada a un siervo, y de esta manera se volvió el Dios-Hombre (Filipenses 2:5-8. Colosenses 2:9). Jesucristo representa a la humanidad y deidad en una unidad indivisible (Miqueas 5:2. Juan 5:23; 14:9-10).

El Señor Jesucristo nació de una virgen (Isaías 7:14. Mateo 1:23, 25. Lucas 1:26-35); Él era Dios encarnado (Juan 1:1, 14); y el propósito de Su encarnación fue revelar a Dios, redimir a los hombres, y gobernar sobre el reino de Dios (Salmos 2:7-9. Isaías 9:6. Juan 1:29. Filipenses 2:9-11. Hebreos 7:25-26. 1 Pedro 1:18-19).

El Señor Jesucristo llevó a cabo nuestra redención por medio del derramamiento de Su sangre y de Su muerte sacrificial en la cruz y que Su muerte fue voluntaria, vicaria, sustitutoria, propiciatoria, y redentora (Juan 10:15. Romanos 3:24-25; 5:8. 1 Pedro 2:24).

Debido a que la muerte del Señor Jesucristo fue eficaz, el pecador que cree en Él es liberado del castigo, la paga, el poder, y un día, de la presencia misma del pecado; el pecador es declarado justo por la justicia de Cristo, se le otorga vida eterna y es adoptado en la familia de Dios (Romanos 3:25; 5:8-9. 2 Corintios 5:14-15. 1 Pedro 2:24; 3:18).

Nuestra justificación es asegurada por la resurrección física y literal del Señor Jesucristo de los muertos, y después de haber ascendido, Él ahora está a la diestra del Padre, en donde ahora Él es nuestro mediador como Abogado y Sumo Sacerdote (Mateo 28:6. Lucas 24:38-39. Hechos 2:30-31. Romanos 4:25.; 8:34. Hebreos 7:25; 9:24. 1 Juan 2:1).

En la resurrección de Jesucristo de la tumba, Dios el Padre confirmó la deidad de Su Hijo y demostró la aceptación de la obra expiatoria de Cristo en la cruz. La resurrección corporal de Jesús también es la garantía de una vida de resurrección futura para todos los creyentes (Juan 5:26-29; 14:19. Romanos 1:4; 4:25; 6:5-10. 1 Corintios 15:20-23).

El Señor Jesucristo es Aquel a través de Quien Dios juzgará a toda la humanidad, a los vivos y a los muertos, en Su manifestación en gloria y en Su reino (Juan 5:22-23. Hechos 10:42. 2 Timoteo 4:1. 1 Corintios 3:10-15. 2 Corintios 5:10. Mateo 25:31-46. Apocalipsis 20:11-15).

JesuCristo el Mediador

A todos aquellos para quienes Cristo ha obtenido redención eterna, cierta y eficazmente les aplica y les comunica (Juan 6:37,39; 10:15,16; 17:9), haciendo intercesión por ellos (1 Juan 2:1,2. Romanos 8:34), uniéndoles a Sí mismo por Su Espíritu (Romanos 8:1,2), revelándoles en la Palabra y por medio de ella el misterio de la salvación (Juan 15:13,15; 17:6. Efesios 1:7-9), persuadiéndoles a creer y obedecer (1 Juan. 5:20), gobernando sus corazones por Su Palabra y Espíritu (Juan 14:16, 17:17. Hebreos 12:2; Romanos 8:9,14, 15:18-19. 2 Corintios 4:13), y venciendo a todos sus enemigos por Su omnipotente poder y sabiduría (Salmos 110:1. 1 Corintios 15:25,26. Colosenses 2:15), de manera y en formas que más coincidan con Su maravilloso e inescrutable plan (Efesios 1:9-11.); y todo por Su gracia libre y absoluta, sin prever ninguna condición en ellos para conseguirla (1 Juan 3:8. Efesios 1:8).

Este oficio de mediador entre Dios y el hombre es propio sólo de Jesucristo, quien es el Profeta, Sacerdote y Rey de la iglesia de Dios; y no puede, ni parcial ni totalmente, ser transferido de Él a ningún otro (1 Timoteo 2:5)

Dios el Espíritu Santo

El Espíritu Santo es una Persona divina, eterna, no derivada, que posee todos los atributos de personalidad y deidad incluyendo intelecto (1 Corintios 2:10-13), emociones (Efesios 4:30), voluntad (1 Corintios 12:11), eternidad (Hebreos 9:14), omnipresencia (Salmos 139:7-10), omnisciencia (Isaías 40:13-14), omnipotencia (Romanos 15:13), y veracidad (Juan 16:13). En todos los atributos divinos y en sustancia, Él es igual al Padre y al Hijo (Mateo 28:19. Hechos 5:3-4; 28:25-26. 1 Corintios 12:4-6. 2 Corintios 13:14 y Jeremías 31:31-34 con Hebreos 10:15-17).

El Espíritu Santo ejecuta la voluntad divina en relación a toda la humanidad. Reconocemos Su actividad soberana en la creación (Génesis 1:2), la encarnación (Mateo 1:18), la revelación escrita (2 Pedro 1:20-21), y la obra de salvación (Juan 3:5-7).

La obra del Espíritu Santo en esta época comenzó en Pentecostés cuando El descendió del Padre como fue prometido por Cristo (Juan 14:16-17; 15:26) para iniciar y completar la edificación del Cuerpo de Cristo, el cual es Su iglesia (1 Corintios 12:13). El amplio espectro de Su actividad divina incluye convencer al mundo de pecado, de justicia, y de juicio; glorificando al Señor Jesucristo y transformando a los creyentes a la imagen de Cristo (Juan 16:7-9. Hechos 1:5; 2:4. Romanos 8:9. 2 Corintios 3:6. Efesios 1:13).

El Espíritu Santo es el Maestro divino, Quien guió a los apóstoles y profetas en toda la verdad conforme ellos se entregaban a escribir la revelación de Dios, la Biblia. Todo creyente posee la presencia del Espíritu Santo, Quien mora en él desde el momento de la salvación; y el deber de todos aquellos que han nacido del Espíritu, consiste en ser llenos de (controlados por) el Espíritu (Juan 16:13; Romanos 8:9; Efesios 5:18; 2 Pedro 1:19-21; 1 Juan 2:20,27).

El Espíritu Santo administra dones espirituales a la iglesia. El Espíritu Santo no se glorifica a Sí Mismo ni a Sus dones por medio de muestras ostentosas, sino que glorifica a Cristo al implementar Su obra de redención de los perdidos y edificación de los creyentes en la santísima fe (Juan 16:13-14. Hechos 1:8. 1 Corintios 12:4-11. 2 Corintios 3:18).

Respecto a esto, Dios el Espíritu Santo es soberano en otorgar todos Sus dones para el perfeccionamiento de los santos en el día de hoy. El hablar en lenguas y la operación de los milagros de señales en los primeros días de la iglesia fueron con el propósito de apuntar hacia y certificar a los apóstoles como reveladores de Verdad Divina, y su propósito nunca fue el de ser característicos de las vidas de creyentes (1 Corintios 12:4-11; 13:8-10. 2 Corintios 12:12. Efesios 4:7-12. Hebreos 2:1-4).


El Hombre

El hombre fue directa e inmediatamente creado por Dios a Su imagen y semejanza. El hombre fue creado libre de pecado con una naturaleza racional, con inteligencia, voluntad, determinación personal, y responsabilidad moral para con Dios (Génesis 2:7, 15-25. Santiago 3:9).

La intención de Dios en la creación del hombre fue que el hombre glorificara a Dios, disfrutara de la comunión con Dios, viviera su vida en la voluntad de Dios, y de esta manera cumpliera el propósito de Dios para el hombre en el mundo (Isaías 43:7. Colosenses 1:16. Apocalipsis 4:11).

En el pecado de desobediencia de Adán a la voluntad revelada de Dios y a la Palabra de Dios, el hombre perdió su inocencia, incurrió en la pena de muerte espiritual y física; se volvió sujeto a la ira de Dios; y se volvió inherentemente corrupto y totalmente incapaz de escoger o hacer aquello que es aceptable a Dios fuera de la gracia divina. Sin poder alguno para tener la capacidad en sí mismo de restauración, el hombre está perdido sin esperanza alguna. Por lo tanto, la salvación es en su totalidad la obra de la gracia de Dios por medio de la obra redentora de nuestro Señor Jesucristo (Génesis 2:16-17; 3:1-19. Juan 3:36. Romanos 3:23; 6:23. 1 Corintios 2:14. Efesios 2:1-3. 1 Timoteo 2:13-14. 1 Juan 1:8).

Debido a que todos los hombres de todas las épocas de la historia estaban en Adán, se les ha transmitido una naturaleza corrompida por el pecado de Adán, siendo Jesucristo la única excepción. Por lo tanto, todos los hombres son pecadores por naturaleza, por decisión personal, y por declaración divina (Salmos 14:1-3. Jeremías 17:9. Romanos 3:9-18, 23; 5:10-12).


Salvación

Por todo lo expuesto anteriormente, la Salvación es totalmente de Dios por gracia basada en la redención de Jesucristo, el mérito de Su sangre derramada, y que no está basada en méritos humanos u obras (Juan 1:12. Efesios 1:7; 2:8-10. 1 Pedro 1:18-19).

Regeneración

La Regeneración es una obra sobrenatural del Espíritu Santo mediante la cual la naturaleza divina y la vida divina son dadas (Juan 3:3-7. Tito 3:5). Es instantánea y es llevada a cabo únicamente por el poder del Espíritu Santo a través de la Palabra de Dios (Juan 5:24), cuando el pecador en arrepentimiento, al ser capacitado por el Espíritu Santo, responde en fe a la provisión divina de la salvación. La Regeneración genuina es manifestada en frutos dignos de arrepentimiento que se demuestran en actitudes y conducta justas. Las buenas obras serán su evidencia apropiada y fruto (1 Corintios 6:19-20. Efesios 2:10), y serán experimentadas hasta el punto en el que el creyente se somete al control del Espíritu Santo en su vida a través de la obediencia fiel a la Palabra de Dios (Efesios 5:17-21. Filipenses 2:12b. Colosenses 3:16. 2 Pedro 1:4-10). Esta obediencia hace que el creyente sea conformado más y más a la imagen de nuestro Señor Jesucristo (2 Corintios 3:18). Tal conformidad llega a su clímax en la glorificación del creyente en la venida de Cristo (Romanos 8:17. 2 Pedro 1:4. 1 Juan 3:2-3).

Elección

La Elección es el acto soberano de Dios mediante el cual, antes de la fundación del mundo, Él escogió en Cristo a aquellos a quienes Él en Su gracia regenera, salva, santifica y glorifica (Romanos 8:28-30. Efesios 1:4-11. 2 Tesalonicenses 2:13. 2 Timoteo 2:10. 1 Pedro 1:1-2).

La Elección soberana no contradice o niega la responsabilidad del hombre de arrepentirse y confiar en Cristo como Salvador y Señor (Ezequiel 18:23, 32; 33:11. Juan 3:18-19, 36; 5:40. Romanos 9:22-23. 2 Tesalonicenses 2:10-12. Apocalipsis 22:17). No obstante, debido a que la gracia soberana incluye tanto el medio para recibir la dádiva de salvación como también la dádiva misma, la elección soberana resultará en lo que Dios determina. Todos aquellos a quienes el Padre llama a Sí Mismo vendrán en fe y todos los que vienen en fe, el Padre los recibirá (Juan 6:37-40, 44. Hechos 13:48. Santiago 4:8).

El favor inmerecido de Dios que otorga a pecadores totalmente depravados no está relacionado a alguna iniciativa del hombre, ni a que Dios sepa lo que puedan hacer de su propia voluntad, sino que es absolutamente a partir de Su gracia soberana y misericordia, sin relación alguna a cualquier otra cosa fuera de Él (Efesios 1:4-7. Tito 3:4-7. 1 Pedro 1:2).

La Elección no debe ser vista como si estuviera basada meramente en la soberanía abstracta. Dios es verdaderamente soberano, pero Él ejercita esta soberanía en armonía con Sus otros atributos, especialmente Su omnisciencia, justicia, santidad, sabiduría, gracia, y amor (Romanos 9:11-16). Esta soberanía siempre exaltará la voluntad de Dios de una manera que es totalmente consistente con Su persona como se revela en la vida de nuestro Señor Jesucristo (Mateo 11:25-28. 2 Timoteo 1:9).

Justificación

La Justificación delante de Dios es un acto de Dios (Romanos 8:33) por medio del cual Él declara justos a aquellos a quienes, a través de la fe en Cristo Jesús, se arrepienten de sus pecados (Lucas 13:3. Hechos 2:38; 3:19; 11:18. Romanos 2:4. 2 Corintios 7:10. Isaías 55:6-7) y lo confiesan como Señor soberano (Romanos 10:9-10. 1 Corintios 12:3. 2 Corintios 4:5. Filipenses 2:11). Esta Justicia es independiente de cualquier virtud u obra del hombre (Romanos 3:20; 4:6) e involucra la imputación de nuestros pecados a Cristo (Colosenses 2:14. 1 Pedro 2:24) y la imputación de la Justicia de Cristo a nosotros (1 Corintios 1:30. 2 Corintios 5:21). Por medio de esto Dios puede ser “El Justo, y El que justifica al que es de la fe de Jesús” (Romanos 3:26).

Santificación

Todo creyente es santificado (apartado) para Dios por la justificación y por lo tanto declarado santo y por lo tanto identificado como un santo. Esta santificación es posicional e instantánea y no debe ser confundida con la santificación progresiva. Esta santificación tiene que ver con la posición del creyente, no con su vida práctica actual o condición (Hechos 20:32. 1 Corintios 1:2, 30; 6:11. 2 Tesalonicenses 2:13. Hebreos 2:11; 3:1; 10:10, 14; 13:12. 1 Pedro 1:2).

Por la obra del Espíritu Santo también hay una santificación progresiva mediante la cual el estado del creyente es traído a un punto más cercano a la posición que disfruta por medio de la justificación. A través de la obediencia a la Palabra de Dios y la capacidad dada por el Espíritu Santo, el creyente es capaz de vivir una vida de mayor santidad en conformidad a la voluntad de Dios, volviéndose más y más como nuestro Señor Jesucristo (Juan 17:17, 19. Romanos 6:1-22. 2 Corintios 3:18. 1 Tesalonicenses 4:3-4; 5:23).

Respecto a esto, toda persona salva está involucrada en un conflicto diario—la nueva naturaleza en Cristo batallando en contra de la carne—pero hay provisión adecuada para la victoria por medio del poder del Espíritu Santo Quien mora en el creyente. No obstante, la batalla permanece en el creyente a lo largo de esta vida terrenal y nunca es terminada en su totalidad. Toda afirmación de que un creyente puede erradicar el pecado en su vida en esta vida, no es Bíblica. La erradicación del pecado no es posible, pero el Espíritu Santo provee lo necesario para la victoria sobre el pecado (Gálatas 5:16-25. Efesios 4:22-24. Filipenses 3:12. Colosenses 3:9-10. 1 Pedro 1:14-16. 1 Juan 3:5-9).

Perseverancia

Todos los que son verdaderamente cristianos perseverarán hasta el fin, sólo los que perseveran hasta el fin son verdaderamente cristianos (Juan 8:31). Una evidencia de la fe genuina es continuar creyendo y obedeciendo lo que el Señor Jesucristo dijo y ordenó, Cristo ha consumado la reconciliación con Dios para que todo aquel que cree se presente sin mancha delante de Él si en verdad permanece fundado y firme en la fe (Colosenses 1:22-23). Los cristianos genuinos no vivirán vidas perfectas, pero librarán hondas luchas con el pecado durante su vida mediante el arrepentimiento y la fe.

Todos los verdaderos cristianos son guardados por el poder de Dios y de esta manera están seguros en Cristo para siempre, porque muestran una confianza actual en Cristo para salvación y en Su obra continua en sus vidas (Juan 3:16. Juan 5:24; 6:37-40; 10:27-30. Romanos 5:9-10; 8:1, 31-39; 1 Corintios 1:4-8. Efesios 4:30. Hebreos 7:25; 13:5. 1 Pedro 1:5. Judas 24).

La confianza en Cristo no es lo único que provee seguridad, además debe haber evidencia de una relación continua y presente con Jesucristo (1 Juan 2:4-6), la vida del verdadero cristiano continuará mostrando un patrón general de obediencia a los mandamientos de Cristo y una imitación de Su vida, esta continua obra del Espíritu Santo se verá a lo largo de la vida del verdadero creyente, creciendo en su santificación, de manera que para asegurarse del llamado de Dios y no caer jamás (2 Pedro 1:10) haya diligencia en crecer espiritualmente (2 Pedro 1:5-8).

El privilegio de los verdaderos creyentes es regocijarse en la certidumbre de su salvación por medio del testimonio de la Palabra de Dios, el cual, no obstante, claramente nos prohíbe el uso de la libertad en Cristo como una ocasión para vivir en pecado y carnalidad (Romanos 6:15-22. Gálatas 5:13, 25-26. Tito 2:11-14).

Separación

A lo largo del Antiguo y Nuevo Testamento claramente se llama a la separación del pecado, y que las Escrituras claramente indican que en los últimos días la apostasía y la mundanalidad se incrementarán (2 Corintios 6:14-7:1. 2 Timoteo 3:1-5. 1 Timoteo 4:1-5).

A partir de una profunda gratitud por la gracia inmerecida de Dios que se nos ha sido otorgada y debido a que nuestro Dios glorioso es tan digno de nuestra consagración total, todos los salvos deben de vivir de tal manera que demostremos nuestro amor reverente a Dios y de esta manera no traer deshonra a nuestro Señor y Salvador.

Dios nos manda a que nos separemos de toda apostasía religiosa y prácticas mundanas y pecaminosas (Romanos 12:1-2. 1 Corintios 5:9-13. 2 Corintios 6:14-7:1. 1 Juan 2:15-17. 2 Juan 9-11).

Los creyentes deben de estar separados para nuestro Señor Jesucristo (2 Tesalonicenses 1:11-12. Hebreos 12:1-2) y afirmar que la vida cristiana es una vida de justicia obediente que refleja la enseñanza de las Bienaventuranzas (Mateo 5:2-12) y una búsqueda continua de santidad (Romanos 12:1-2. 2 Corintios 7:1. Hebreos 12:14. Tito 2:11-14. 1 Juan 3:1-10).

La Iglesia

Creemos que la iglesia es la comunidad de todos los verdaderos creyentes de todos los tiempos. Es decir, la iglesia está formada por todos los hombres y mujeres que han sido, son y serán salvados por la muerte de Cristo (Efesios 5:25); esto incluye a todos los creyentes de todos los tiempos, tanto creyentes de la edad del Nuevo Testamento como del Antiguo Testamento por igual.

El plan de Dios es tan grande para la iglesia que ha exaltado a Cristo a una posición de la mayor autoridad por amor a la iglesia y sea su cabeza (Efesios 1:22-23). La iglesia es edificada por el Señor Jesucristo (Mateo 16:18) llamando a personas a sí mismo (Hechos 2:27), siendo el proceso de edificación de la iglesia el mismo que se dio en el Antiguo Testamento, cuando Dios continuamente estaba llamando a Su pueblo a sí mismo para que fueran una asamblea que lo adorara (Deuteronomio 4:10), el mismo llamado a la adoración de los cristianos de hoy.

La iglesia es invisible en su verdadera realidad espiritual como comunión de todos los creyentes genuinos, debido a que no podemos ver la condición espiritual del corazón del ser humano, sólo Dios puede ver eso (2 Timoteo 2:19). Pero también la iglesia es visible para como lo ven los cristianos en la tierra, por tanto tendrá en su seno cristianos genuinos así como también otros que verdaderamente no creen ni siguen las afirmaciones del Señor Jesucristo (Hechos 20:29-30. Mateo 7:15-16).

Una verdadera iglesia debe exhibir una predicación correcta de la Biblia, una administración correctamente bíblica de las ordenanzas, que son el Bautismo y la Cena del Señor, debe procurar su pureza en todo aspecto, pues la meta de Dios para la iglesia es hacerla santa (Efesios 5:26-27) y debe buscar la unidad (Juan 17:21) no como un gobierno mundial de la iglesia sobre todos los cristianos, si no como la cooperación entre iglesias de igual característica hacia la meta de Cristo.

El deber de la iglesia es el de ministrar a Dios, a sus miembros y al mundo. El ministerio a Dios se hace al adorarlo (Colosenses 3:16), pues todos sus miembros han sido creados y llamados para vivir para la alabanza de la gloria de Dios (Efesios 1:12). El ministerio de la iglesia a sus miembros se hace al nutrirlos y edificarlos para presentar a todos perfectos en Él (Colosenses 1:28. Efesios 4:12-13). El ministerio de la iglesia en el mundo se hace mediante la predicación del evangelio a toda persona en obra y en palabra (Mateo 28:19. Hechos 1:8)

La autoridad suprema de la iglesia es Cristo (1 Corintios 11:3. Efesios 1:22; Colosenses 1:18) y que el liderazgo, dones, orden, disciplina, y adoración son determinados por medio de Su soberanía como se encuentra en las Escrituras. Las personas bíblicamente designadas sirviendo bajo Cristo y sobre la asamblea son los ancianos (también llamados obispos, pastores, y pastores-maestros) (Hechos 20:28. Efesios 4:11) y diáconos. Tanto ancianos como diáconos deben de cumplir con los requisitos bíblicos (1 Timoteo 3:1-13. Tito 1:5-9. 1 Pedro 5:1-5). Estos líderes guían o gobiernan como siervos de Cristo (1 Timoteo 5:17-22) y tienen Su autoridad al dirigir la iglesia. La congregación debe someterse a su liderazgo (Hebreos 13:7, 17).

Creemos en la necesidad de que la iglesia coopere con Dios conforme Él lleva a cabo Sus propósitos en el mundo. Para ese fin, Él da a la iglesia dones espirituales. En primer lugar, Él da hombres escogidos con el propósito de equipar a los santos para la obra del ministerio (Efesios 4:7-12), y Él también da capacidades únicas y especiales a cada miembro del Cuerpo de Cristo (Romanos 12:5-8. 1 Corintios 12:4-31. 1 Pedro 4:10-11).

A la iglesia se le han dado dos ordenanzas: el bautismo y la Cena del Señor (Hechos 2:38-42). El bautismo por inmersión (Hechos 8:36-39) es el testimonio solemne y hermoso de un creyente mostrando su fe en el Salvador crucificado, sepultado, y resucitado, y su unión con Él en su muerte al pecado y resurrección a una nueva vida (Romanos 6:1-11). También es una señal de comunión e identificación con el cuerpo visible de Cristo (Hechos 2:41-42). El bautismo no es necesario para la salvación (Efesios 2:8-9) y debe practicarse en creyentes o en personas que manifiesten una profesión creíble de fe.

La Cena del Señor es la conmemoración y proclamación de Su muerte hasta que Él venga, y siempre debe ser precedida por una solemne evaluación personal (1 Corintios 11:28-32). También creemos que mientras los elementos de la Comunión únicamente representan la carne y la sangre de Cristo, la Cena del Señor es de hecho una comunión con el Cristo resucitado Quien está presente de una manera única, teniendo comunión con Su pueblo (1 Corintios 10:16).

Ángeles

Los ángeles son seres espirituales creados con juicio moral, alta inteligencia y gran poder, pero sin cuerpos físicos, pudiendo ser visibles sólo si el Señor abre nuestros ojos espirituales (Números 22:31) o si toman forma corporal para su aparición (Mateo 28:5), siendo lo normal que los ángeles sean invisibles mientras realizan los planes de Dios al ejecutar Su Palabra (Salmos 103:20), son de modelo para nosotros al adorar y glorificar continuamente a Dios (Isaías 6:2-3). Ellos pueden unirse a nosotros en adoración, protegiéndonos y guardándonos; pero nunca debemos orar a los ángeles ni adorarlos (Apocalipsis 19:10).

Demonios

Son ángeles malos que pecaron contra Dios y que continuamente hacen el mal en el mundo; pero no empezaron siendo malos, como parte de la creación original fueron parte de todo lo que Dios hizo que fue muy bueno, pero cuando pecaron Dios no los perdonó y los arrojó al abismo, a prisiones de oscuridad (2 Pedro 2:4).

Satanás es el nombre personal del jefe de los demonios, la Biblia usa también estos nombres para este líder maligno: diablo (Mateo 4:1), serpiente (Génesis 3:1), beelzebú (Mateo 10:25), príncipe de este mundo (Juan 12:31), príncipe de la potestad del aire (Efesios 2:2) y el maligno (Mateo 13:19).

Satanás fue un asesino desde el principio y es un mentiroso (Juan 8:34), es el originador del pecado. Él incurrió en el juicio de Dios al rebelarse en contra de su Creador (Isaías 14:12-17. Ezequiel 28:11-19), al llevar a varios ángeles con él en su caída (Mateo 25:41. Apocalipsis 12:1-14) y al introducir el pecado a la raza humana por su tentación a Eva (Génesis 3:1-15).

Satanás es el enemigo abierto y declarado de Dios y el hombre (Isaías 14:13-14. Mateo 4:1-11. Apocalipsis 12:9-10). Satanás y sus demonios tratarán de usar todo tipo de táctica destructiva para cegar a las personas y no vean la luz del glorioso evangelio de Cristo (2 Corintios 4:4) y para estorbar el testimonio y utilidad del cristiano. El diablo y sus demonios tienen poder limitado, teniendo Dios soberano control sobre su accionar. Aunque estos seres puedan observarnos diariamente no pueden saber el futuro ni nuestros pensamientos, porque sólo Dios puede declarar el fin desde el principio, desde los tiempos antiguos, lo que está por venir (Isaías 46:10). Al mismo Satanás se le puede resistir exitosamente por la autoridad de Cristo (Santiago 4:7). El príncipe de este mundo ha sido derrotado a través de la muerte y resurrección de Jesucristo (Romanos 16:20); y será eternamente castigado en el lago de fuego (Isaías 14:12-17. Ezequiel 28:11-19. Mateo 25:41. Apocalipsis 20:10).

Las Ultimas Cosas (Escatología)

Estado del hombre después de la muerte

Los cuerpos de los hombres vuelven al polvo después de la muerte y ven la corrupción (Génesis 2:17; 3:19. Hechos 13:36. Romanos 5:12-21. 1 Corintios 15:22), pero sus almas (que ni mueren ni duermen), teniendo una subsistencia inmortal, vuelven inmediatamente a Dios que las dio (Génesis 2:7. Santiago 2:26. Mateo 10:28. Eclesiastés 12:7). Las almas de los justos, siendo entonces perfeccionadas en santidad, son recibidas en el Paraíso donde están con Cristo, y contemplan la faz de Dios en luz y gloria, esperando la plena redención de sus cuerpos (Salmos 23:6. 1 Reyes 8:27-49. Isaías 63:15; 66:1. Lucas 23:43. Hechos 1:9-11; 3:21. 2 Corintios 5:6-8; 12:2-4. Efesios 4:10. Filipenses 1:21-23. Hebreos 1:3; 4:14,15; 6:20; 8:1; 9:24; 12:23. Apocalipsis 6:9-11; 14:13; 20:4-6). Las almas de los malvados son arrojadas al Hades, donde permanecen atormentadas y envueltas en densas tinieblas, reservadas para el juicio del gran día donde serán finalmente arrojadas al Infierno como lugar de condenación eterna (Lucas 16:22-26. Daniel 12:2. Lucas 23:43. Apocalipsis 20:14-15. Hechos 1:25. 1 Pedro 3:19. 2 Pedro 2:9). Fuera de estos dos lugares para las almas separadas de sus cuerpos, las Escrituras no admiten ningún otro.

Resurrección de los muertos

Los santos que se encuentren vivos en el último día no dormirán, sino que serán transformados (1 Corintios 15:50-53. 2 Corintios 5:1-4. 1 Tesalonicenses 4:17), y todos los muertos serán resucitados (Daniel 12:2. Juan 5:28,29. Hechos 24:15.) con sus mismos cuerpos, y no con otros (Job 19:26,27. Juan 5:28,29. 1 Corintios 15:35-38,42-44), aunque con diferentes cualidades (1 Corintios 15:42-44,52-54), y éstos se unirán otra vez a sus almas para siempre (Daniel 12:2. Mateo 25:46).

Los cuerpos de los injustos, por el poder de Cristo, serán resucitados para deshonra (Daniel 12:2; Juan 5:28,29); los cuerpos de los justos, por Su Espíritu, serán resucitados para honra (Romanos 8:1,11. 1 Corintios 15:42-49. Gálatas 6:8), y serán hechos entonces semejantes al cuerpo glorioso de Cristo (Romanos 8:17,29,30. 1 Corintios 15:20-23,48,49. Filipenses, 3:21. Colosenses 1:18; 3:4. 1 Juan 3:2. Apocalipsis 1:5)

El retorno de Cristo

Habrá un regreso de Cristo repentino, personal, visible y corporal (Mateo 24:44), un retorno repentino que será dramático y visible (Apocalipsis 1:7). Su aparición no será un regreso simplemente espiritual para morar en el corazón de las personas, sino un regreso personal y corporal de la misma manera que Cristo fue visto irse (Hechos 1:11).

Debemos anhelar fervientemente el regreso de Cristo, El verdadero cristianismo nos entrena a rechazar la impiedad y las pasiones mundanas. Así podremos vivir en este mundo con justicia, piedad y dominio propio, mientras aguardamos la bendita esperanza, es decir, la gloriosa venida de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo (Tito 2:12-13).

No podemos saber cuándo volverá Cristo (Mateo 24:44; 25:13. Lucas 12:40), puesto que vendrá en el momento inesperado, siempre debemos estar listos para su retorno, aún consideremos improbable que suceda en un futuro cercano debido a las señales que precederían el tiempo del retorno de Cristo (Marcos 13:10. Marcos 13:19-20. Mateo 24:23-24. Marcos 13:24-25. 2 Tesalonicenses 2:1, 3-4. Romanos 11:25-26), pues, salvo las señales espectaculares en los cielos, es posible que estas señales ya se estén cumpliendo; y siendo que las señales en los cielos pueden ocurrir en el espacio de pocos minutos, es ciertamente posible que el regreso de Cristo sea en cualquier momento, por tanto se debe tomar con seriedad las advertencias de Su venida de manera similar como nos preparamos al colocarnos el cinturón de seguridad para un evento improbable pero posible de un accidente de tránsito.

El resultado final y definitivo del retorno de Cristo será el juicio de los incrédulos y la recompensa final de los creyentes, y que estos últimos vivirán con Cristo en el nuevo cielo y la nueva tierra por toda la eternidad. Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo reinarán y serán adorados en un reino sin fin en donde no habrá pecado, ni tristeza ni sufrimiento. (1 Corintios 15:28. Apocalipsis 21:27, 22:1-5)

El juicio final

Dios ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia por Jesucristo (Hechos 17:31) Quien juzgará a toda la humanidad desde Su gran trono blanco (Apocalipsis 20:11-15); Cristo ha sido nombrado por Dios como Juez de vivos y muertos (Hechos 10:42. 2 Timoteo 4:1. Mateo 25:31-33. Juan 5:27). El juicio final es el día de la ira, cuando Dios revelará su justo juicio (Romanos 2:5) para que cada uno reciba lo que le corresponda según lo bueno o lo malo que haya hecho mientras haya vivido (2 Corintios 5:10; Romanos 2:6-11; Apocalipsis 20:12,15), en este tiempo serán juzgados tanto los que han creído en Jesucristo (creyentes) como los que no han creído en Él (incrédulos). En el día del juicio se recompensará a los creyentes y se castigará a los incrédulos (Apocalipsis 11:18) e irán éstos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna (Mateo 25:46).

En el día del juicio todos los incrédulos, vivos y muertos, grandes y pequeños, serán juzgados (Apocalipsis 20:12), toda palabra dicha, toda obra hecha será sacada a la luz y recibirá juicio (Eclesiastés 12:14) y se establecerán grados de castigo eterno según sus hechos. Los creyentes también serán juzgados y comparecerán ante el Tribunal de Cristo dando cuentas de sí mismos a Dios (Romanos 14:10-12); pero, a diferencia de los incrédulos, el juicio para los creyentes será para evaluar y otorgar varios grados de recompensa (1 Corintios 3:14) y no para condenación porque ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús (Romanos 8:1. Juan 5:24). Además de los creyentes e incrédulos, los ángeles rebeldes o demonios también serán juzgados en este tiempo (2 Pedro 2:4. Judas 1:6).

Eternidad

Infierno

En el juicio final todos los que no conocen a Dios, ni obedecen al evangelio de Jesucristo y han rechazado Sus afirmaciones (los incrédulos) serán arrojados al castigo eterno. La Biblia llama infierno al lugar de condenación eterna y lo describe como: un lugar de tormento (Lucas 16:28) y tinieblas (Mateo 22:13), con fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles (Mateo 13:42. Mateo 25:41), un lago de fuego (Apocalipsis 20:15) donde se beberá el vino de la ira de Dios y se tendrá tormento con fuego y azufre; y el humo de ese tormento sube por los siglos de los siglos; y no habrá descanso ni de día ni de noche (Apocalipsis 14:10-11), donde su gusano no muere y el fuego no se apaga (Marcos 9:41) y como el horno de fuego donde será el lloro y el crujir de dientes (Mateo 13:49-50).

Este justo juicio y castigo será de eterna perdición, lejos de la presencia del Señor y de la gloria de Su poder (2 Tesalonicenses 1:8-9).

 Cielo

El cielo es el lugar donde Dios da a conocer más plenamente Su presencia para bendecir, en donde Él da a conocer Su gloria, y en donde los ángeles, otras criaturas celestiales y los santos redimidos le adoran. El cielo es el lugar donde está el Padre (Mateo 6:9), es el trono de Dios (Isaías 66:1), donde Jesucristo subió para estar a la diestra de Dios (1 Pedro 3:22).

Después del juicio final, los creyentes entrarán para siempre en el pleno disfrute de la vida en la presencia de Dios con recompensas eternas; a todos los que el Padre ha bendecido recibirán su herencia, el reino preparado desde la creación del mundo (Mateo 25:34). Habrá un nuevo cielo y una nueva tierra, una creación renovada por entero, y allí vivirán con Dios (Isaías 66:22. Apocalipsis 21:1), es un lugar tan rico y tan bueno y nuevo que las cosas pasadas como: la muerte el dolor, la tristeza y el sufrimiento no volverán a mencionarse ni se traerán a la memoria (Isaías 65:17), será un lugar donde el cielo y la tierra se unirán (Apocalipsis 21:2); desde el trono de Dios se dirá: Aquí entre los hombres redimidos está la morada de Dios, Él estará en medio de ellos y ellos serán Su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como Su Dios (Apocalipsis 21:3. Salmos 95:7), ya no habrá más maldición, el trono de Dios y del Cordero estará en la ciudad y Sus siervos le servirán y lo adorarán (Apocalipsis 22:3. Salmos 95:6).